miércoles, 27 de agosto de 2008

¿PERDIDOS?


Termino de ver la 4ª temporada de Lost (Perdidos). Una de las series más portentosas y adictivas de la historia, sin ninguna duda, tanto por su sentido de la narrativa, la ambición de su trama, el sentido y la gradación del misterio, el contraste entre la vida exterior y la vida de los supervivientes en la isla, la redefinición contemporánea de la tradición de los relatos de naufragios en islas (con el contraste entre la vida urbana anterior o posterior y la vida silvestre comunicándose a través de la tecnología) como por la multitud de personajes implicados en la historia y la capacidad para manejarlos y darles vida individualmente (sus actores principales, especialmente los intérpretes de Locke/Bentham (Terry O´Quinn) y Ben Linus (Michael Emerson), superan a la mayoría de sus homólogos cinematográficos), etc. No es sorprendente saber que detrás de la creación de la serie está J. J. Abrams, quien ya había llamado mi atención hace dos años al reinventar Misión Imposible en la clave estética y narrativa (planificación, montaje, fotografía, diseño de los personajes, etc.) de las mejores teleseries de acción high-tech del siglo XXI (Alias, 24 horas, etc.).

El experimento humano colectivo realizado en la isla a través del accidente aéreo y la supervivencia conflictiva de los diferentes grupos que la pueblan es otro motivo de fascinación narrativa, sin duda, con independencia de que los factores de raza o etnia, reconocidos en los personajes, no intervengan de ningún modo en la acción. También resulta intrigante la eliminación de cualquier presencia o forma de vida animal (por lo menos en esta cuarta temporada), otro aspecto digno de análisis, contribuyendo al misterio que envuelve al entorno biotecnológico y la plataforma científico-experimental que configuran la así llamada “isla”. En realidad se trata de un campo electromagnético autónomo, de proporciones inimaginables, uno de cuyos más asombrosos componentes, además de la rueda que controla el núcleo de energía que permite desplazar la "isla" en el espacio-tiempo y los monolitos inscritos con petroglifos que cifran probablemente las instrucciones de uso del mecanismo, confiriéndole una “falsa” antigüedad, es el Monstruo, esa nube destructiva (¿nanotecnológica?) que es para sus enemigos como el ángel exterminador de la Biblia. En este sentido, la serie guarda también algunas afinidades con el inquietante cine de Shyamalan (El bosque, El sexto sentido, Señales, La joven del agua, El protegido, El incidente), si exceptúamos la ingenuidad o el infantilismo, por no hablar del conservadurismo moral, con que Shyamalan suele lastrar sus propuestas. Por otra parte, el regreso de los “seis del Oceanic”, narrado a través de espléndidos flash-forwards, constituye una descripción extraordinariamente incisiva del duelo, el dolor y la pérdida traumática tanto como del sentimiento de irrealidad, deriva y confusión mental que se apoderó de los americanos tras el 11 de septiembre…

Con todo, reconozco que lo que más me seduce de los múltiples atractivos de la serie es su vinculación al mundo literario de Philip K. Dick, y no sólo porque en un episodio de esta temporada veamos a Ben absorbido en la lectura de Valis. Muchos de los componentes de la trama proceden de Dick, o de lecturas de Dick, el autor que más ha acentuado el componente ontológico de la ciencia-ficción: experimentos colectivos con el tiempo, a veces con resultado catastrófico, telepatía y percepción extrasensorial, diferentes niveles de realidad, mundos encastrados y presencias espectrales, personajes instalados entre la vida y la muerte, o en dimensiones paralelas de la existencia, sofisticadas conspiraciones corporativas, vidas aparentemente normales que revelan su inestabilidad, fundadas en espejismos colectivos o simulacros tecnológicos, alucinaciones y experiencias paranormales, realidades artificiales, etc. Todos los motivos que los creadores de Perdidos podrían haber extraído de novelas como Tiempo de Marte, Un ojo en el cielo, Ubik, Los tres estigmas de Palmer Eldritch, Valis, Tiempo desarticulado, Un laberinto de muerte, El hombre en el castillo, Radio Libre Albemuth o Una mirada a la oscuridad, entre otras. Sólo por esta asimilación y reciclado de memas dickianos implantados en nuestra cultura como microchips inteligentes, Perdidos podría ser considerada una teleserie absolutamente contemporánea (como Nip Tuck, pero en un sentido totalmente distinto y, sin embargo, complementario). Algo mucho más excepcional de lo que parece en un medio tan conservador como el televisivo...

Una de las hipótesis provisionales sobre el designio último de Perdidos que ha ido cobrando cada vez más fuerza para mí durante el desarrollo de esta cuarta temporada podría formularse del modo siguiente. Es obvio que la trama de la serie ha excluido el azar en su construcción y los juegos con el tiempo, los anacronismos y prolepsis que (des)organizan la narración, favorecen la comprensión de que lo que está sucediendo en la isla está determinado por algún fin, forma parte desde el principio de una “conspiración” organizada a distintos niveles, de un experimento con pasado, presente y futuro. Llegado a este punto, ni siquiera me parecería improbable pensar que Ben Linus sea, a su manera, un “androide” carismático encargado por una corporación tecnocrática de conducir desde dentro este complejo experimento relacionado con la conciencia, en el sentido cognitivo del término: una puesta a prueba de las aptitudes (mentales y físicas) de los humanos en una interacción problemática de lo natural y lo tecnológico, lo vital y lo artificial, lo afectivo y lo racional tan extrema como el entorno de la isla del Pacífico donde tiene lugar (sin que esto implique, más bien todo lo contrario, que la isla tenga un lugar, suponga la existencia de una localización fija, un espacio cartografiado, ya que su condición podría definirse en términos de zona temporal autónoma). Una experiencia terminal que redefina de un modo productivo para el sistema esas mismas aptitudes y capacidades humanas, comenzando por las emociones que favorecen la formación de comunidades y el liderazgo moral de éstas…

En una de las imágenes con que se ha publicitado la serie figura la doblez o bifurcación del mundo en que habitan los personajes. Entre de un lado, la isla, con su vegetación lujuriante y frondosa, su estereotipada apariencia de paraíso ecológico; y de otro, reflejándose en el agua que rodea el contorno de la isla, la silueta arquitectónica de los rascacielos de Los Ángeles, la megalópolis donde tienen principio y fin sus peripecias. El interés de la imagen reside en que el skyline parecería reflejar, en otra dimensión de la realidad, los rasgos más visibles de la isla, dando a entender el bucle espaciotemporal en que viven atrapadas las mentes de los distintos personajes de la serie. La distorsión categórica (tiempo, espacio, identidad, etc.) que afecta a sus vivencias y percepción de la realidad.
En cualquier caso, la "isla" encarna la definición más precisa que la narrativa audiovisual ha producido de lo que en la teoría del caos y la complejidad, y también en la física de última generación, se conoce como una "singularidad". Según Ray Kurzweil, investigador en el campo de la Inteligencia Artificial, una "singularidad" en matemáticas implica infinitud y, de un modo u otro, en física se refiere a "un acontecimiento o una localización de infinito poder". Un estado de acumulación de materia y energía análogo al que se produce en un agujero negro (paradigma de la "singularidad"). Por tanto, la narrativa de Perdidos se muestra contaminada por las secuelas del "horizonte de acontecimientos" en que la "isla" se encuentra ubicada. Como una "ruptura de la fábrica del espacio y el tiempo" (Kurzweil).
Postdata: Revisando algunos episodios sueltos de la cuarta temporada se me ha hecho más evidente aún la filiación narrativa de Perdidos con La tempestad de Shakespeare y con la estupenda adaptación al mundo de la ciencia ficción de su argumento que supuso Planeta prohibido de Fred Wilcox (en este caso, además, la coincidencia entre la presencia de un monstruo asesino, incontrolable, en la película, y la presencia de una nube agresiva pero controlable por Ben, es una muestra de la reelaboración de antecedentes que constituye uno de los aspectos más ricos de la serie, como había pasado también con el Julio Verne de La isla misteriosa, por poner un ejemplo fácil). Así, Ben sería una suerte de Próspero, dueño de su isla a través de la magia de la tecnología, y todos los demás personajes serían sus ayudantes o sus antagonistas en la resolución de su conflicto. Incluso tendría una hija, del mismo modo que Próspero tenía a Miranda. Cada vez me parece más evidente que la vida en la isla es una plataforma de observación extraordinaria de la vida anterior y posterior de los personajes. Una suerte de utopía involuntaria, de estadio de existencia intermedio, de purgatorio vital, si se quiere. Con estas consideraciones sólo trato de apuntar algunas direcciones posibles de lo que veremos en las restantes temporadas, aunque espero que los nuevos episodios consigan sorprenderme aún más con novedades y giros argumentales imprevistos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alberto Q.
www.lacoctelera.com/traslaspuertas

Ha realizado ud. un significativo análisis de una de las mejores series de la actualidad (y que hará historia, sin duda).

Yo he visto las 4 temporadas y me han dejado enganchado. El ingenio para articular flasbacks y flashforwards de ciertos personajes y la vinculación entre ellos está muy lograda.

No solo los protagonistas Jack, Kate, Sawyer o los citados Ben y Locke... sino supuestos "secundarios" como Sayid, Desmond o Hugo son geniales.

Una pedazo de serie si consigue cerrar bien los enigmas que quedan abiertos (y son muchos).

Saludos!!!

Álex Franco dijo...

Alberto,
Muchas gracias por el comentario. Comparto contigo la expectación ante el modo en que van a resolver muchos de los enigmas en que nos mantinene sumidos. Es una serie que si está en la resolución a la misma altura del planteamiento, sin duda pasará a la historia de la televisión y, yo añadiría sin exagerar, de la narrativa audiovisual por su enorme capacidad de sugestión...
Lo dicho, encantado con tu visita.
Un abrazo,
AF